sábado, 7 de enero de 2012

La Epidemia de la muerte.


En lo más profundo de un lugar llamado Arkham empezaron a ocurrir extraños sucesos 
en donde los habitantes, vivían tranquilos y felices en aquel lugar.. acabó de pronto.

El apogeo de la epidemia tuvo lugar el 3 agosto de 1930. Donde los vigilantes encontraban en los bosques cadáveres, mutilados, destrozados.. En cada muerto, siempre se vislumbraba el cráneo roto desde la nariz hasta donde se sitúa el hueso occipital  y la mandíbula inferior arrancada.
Los vigilantes principales de este caso se llamaban West y Ian. Ellos dos estudiaban medicina y lo que no sabia nadie de ellos es que West estaba obsesionado con revivir a los muertos. El catedrático de la facultad de medicina el doctor Halsey nunca dejaba que West siguiera llevando a cabo con su entusiasmo y su obsesión por lo que le prohibía siempre y rotundamente que no le dejaría utilizar la sala de disección. 
Pero antes de que sucedieran aquella terrible epidemia.. El doctor Halsey cayó enfermo y falleció el día 31 de julio.. West seguido de su fiel acompañante Ian se le ocurrió una idea descabellada.. coger el cuerpo de el difunto doctor... Y lo que no sabían es lo que iba a provocar aquella idea.

Pero antes de aquello os contaré el porqué de todo..
West y Ian estuvieron a punto de sucumbir en cuanto al doctor Halsey falleció el día 31. 
Todos los estudiantes asistieron a su precipitado funeral el día 1 de agosto, y compraron una impresionante corona, aunque casi la ahogaban los testimonios enviados por los ciudadanos acomodados de Arkham y las propias autoridades del municipio. Fue casi un acontecimiento público, dado que el decano había sido un verdadero benefactor para la ciudad. Después del sepelio, se quedaron bastantes deprimidos, y pasaron la tarde en el bar de la Comercial House, donde West, aunque afectado por la muerte de su principal adversario, hizo estremecer a todos hablándoles de sus notables teorías. Al oscurecerse, la mayoría de los estudiantes regresaron a sus casas o se incorporaron a sus diversas publicaciones: pero West convenció a Ian para que le ayudase a "sacar partida de la noche". La patrona de West nos vio entrar en la habitación alrededor de las dos de la madrugada, acompañados de un tercer hombre, le contó a su marido que se notaba que habíamos cenado y bebido bastante bien.
Aparentemente, la avinagrada patrona tenía razón; pues hacia las tres, la casa entera se despertó con los gritos procedentes de la habitación de West, cuya puerta tuvieron que echar abajo para encontrarles a los dos inconscientes, tendidos en la alfombra manchada de sangre, golpeados, arañados y magullados, con trozos de frascos e instrumentos esparcidos a su alrededor.
Sólo la ventana abierta revelaba que había sido de nuestro asaltante, y muchos se preguntaron qué le había ocurrido,después del tremendo salto que tuvo que dar desde el segundo piso al césped. Encontraron ciertas ropas extrañas en la habitación, pero cuando West volvió en sí, explicó que no pertenecían al desconocido, sino que eran muestras recogidas para su análisis bacteriológico, lo cual formaba parte de sus investigaciones sobre la transmisión de enfermedades infecciosas. Ordenó que las quemasen inmediatamente en la amplia chimenea. Ante la policía declararon ignorar por completo la identidad del hombre que había estado con nosotros. West explicó con nerviosismo que se trataba de un extranjero afable al que habían conocido en un bar de la ciudad que no recordaban. Habían pasado un rato algo alegres y West e Ian no querían que detuviesen a su belicoso compañero.


En esa misma noche presenciaron el comienzo del segundo horror de Arkham; horror que, para mí, iba a eclipsar a la misma epidemia. El cementerio de la iglesia de Cristo fue escenario de un horrible asesinato: un vigilante había muerto a arañazos, no sólo de manera indescriptiblemente espantosa, sino que había dudas de que el agresor fuese un ser humano. La víctima había sido vista con vida bastante después de la medianoche, descubriéndose el incalificable hecho al amanecer. Se interrogó al director de un circo instalado en el vecino pueblo de Bolton, pero este juró que ninguno de sus animales se había escapado de su jaula.
Quienes encontraron el cadáver observaron un rastro de sangre que conducía a la tumba reciente, en cuyo cemento había un pequeño charco rojo, justo delante de la entrada.
Otro rastro más pequeño se alejaba en dirección al bosque; pero se perdía enseguida.

A la noche siguiente, los demonios danzaron sobre los tejados de Arkham, y una desenfrenada locura aulló en el viento. Por la enfebrecida ciudad anduvo suelta una maldición, de la que unos dijeron que era más grande que la peste, y otros murmuraban que era el espíritu encarnado del mismo mal. Un ser abominable penetró en ocho casas sembrando la muerte roja a su paso... dejando atrás el mudo y sádico monstruo un total de diecisiete cadáveres, y huyendo después. Algunas personas que llegaron a verle en la oscuridad dijeron que era blanco y como un mono malformado o monstruoso antropomorfo.

No había dejado entero a nadie de cuantos había atacado, ya que a veces había sentido hambre. El número de víctimas ascendía a catorce; a las otras tres las había encontrado ya muertas al irrumpir a sus casas, víctimas de la enfermedad.

La tercera noche, los frenéticos grupos dirigidos por la policía lograron capturarle en una casa de Crane Street, cerca del campus universitario. Habían organizado la batida con toda la minuciosidad, manteniéndose en contacto mediante puestos voluntarios de teléfono; y cuando alguien del districto de la universidad informó que había oído arañar en una ventana cerrada, desplegaron inmediatamente la red. Debido a las precauciones y a la alarma general, no hubo más que otras dos víctimas, y la captura se efectuó sin más accidentes. La criatura fue detenida finalmente por una bala; aunque no acabó con su vida, y fue transladada al hospital local, en medio del furor y la abominación generales, porque aquel ser había sido humano.
Esto quedó claro, a pesar de sus ojos repugnantes, su mutismo simiesco, y su salvajismo demoníaco. Le vendaron la herida y trasladaron al manicomio de Sefton, donde estuvo golpeándose la cabeza contra las paredes de la celda acolchada durante dieciséis años, hasta un reciente accidente, a causa del cual escapó en circunstancias de las cuales a nadie le gusta hablar. Lo que más repugnó a quienes lo atraparon en Arkham fue que, al limpiarle la cara a la monstruosa criatura, observaron en ella una semejanza increíble y burlesca con un mártir sabio y abnegado al que habían enterrado hacia tres días: el difunto doctor Allan Halsey, benefactor público y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Miskatonic.


Para el desaparecido Herbert West, y para Ian, la repugnancia y el horror fueron indecibles. Aun se estremece, esta noche, mientras piensa en todo ello, y tiembla más aún de lo que tembló aquella mañana en que West murmuró entre sus vendajes : - ¡ Maldita sea, no estaba bastante fresco !
















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