domingo, 12 de enero de 2014

Reinventing Your Exit




Fuiste mi campo de batalla, mi bala perdida, la luz sucumbe ante tu sombra.
Tus manos el refugio del miedo, tu cuerpo el muro contra el gélido y asfixiante frío.
Tus dudas son la brecha de un volcán apunto de expirar.
¿Quién soy yo? Nadie. ¿Quién eres tú? Un suspiro que el aire se llevó.
Mirada franca, sonrisa tímida. Que echaré en falta.
A veces el olvido no es la mejor huida, nuestra memoria como defensa escribe páginas y volúmenes inmensos, recreando alientos y penas puestos con un ligero toque de sentimiento y tinta.
Como si de un libro forjado del metal más preciado y sellado con lágrimas de sangre se tratase.
Escogemos caminos llenos de malas hierbas, mientras que su maleza nos envuelve en su terrible brazo, corriendo el peligro de que nos apunten con una pistola en la nuca. Amenazándote, previniendote de cualquier paso en falso te roban la vida de un disparo.
La muerte para mi no es un miedo, sino una realidad, una verdad universal.

¿Cómo se puede tener miedo a la muerte y no a la vida?
Esto es un sentimiento, una razón, ¿Por qué vivimos si no es para morir?
¿Y el amor qué papel juega en todo esto? ¿Nos repara el alma? ¿Nos la destruye? ¿A caso nos consume?
¿Por qué tantas preguntas sin respuesta?
Podríamos  hacer miles de millones de escritos con billones de preguntas y sólo obtendríamos una respuesta clara a todas estas preguntas descarriladas.
La muerte nos espera allá donde nuestros pies rocen la pesada tierra bajo todas las inseguridades.
¿Quién somos para infravalorar a otro?
Cuando el mal ya está hecho nuestra conciencia habla y nos plantea un juicio.
Que solo en el que tú mismo tienes derecho a decidir como sentirse y cómo remediar el error.
Me retrae ver a alguien que no ve más allá de su bien común que nunca está de más pensar en ti mismo, pero no como solución a todo, a eso le llamo egoísmo, y falta de humildad.

Bueno, no sé, cada uno se mata de la manera que desea. Unos por el amor al arte, otros por los vicios, los demás por no quebrantar el orgullo y prejuicios.


¿Y tú? ¿De qué forma te estás matando?
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Solo tú eres capaz de escoger la mejor carta de tu baraja, saber si estás a tiempo a recuperar lo que estuvo en tus manos y se te escapó entre los dedos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario