Pero no desistas todavía, tienes tanto que amar aún. Mira la vida y sonríe. Y no te preguntes para qué.
Porque lo más extraordinario de ella es justamente no tener para qué. Saber el para qué es darle una finalidad conclusa, limitarla, cerrarle su exceso. Piensa que su absurdo es su mayor razón. No seas contabilista, utilitarista burgués. Ni desvaríes haciendo el tonto, que es una forma de hacerte daño con ella. La gratuidad de un ofrecimiento ¿ no es su mayor valía?
La vida no se te da como una limosna de señora caritativa. La vida se te da expontáneamente, sin razón.
No quieras inventar una razón para la razón que no existe. Debe de haber un orden en el infinito, no la pienses ahora. Porque pensar en ella es intentar encontrar una razón. Tu destino la ha encontrado, esa vida, ella se te entregó, sigue adelante como lo hace ella, no preguntes nada, como ella tampoco te pregunta.Tu vida es una casualidad sobre la que no hay que hacer preguntas, como el pájaro no se pregunta nada cuando canta o la flor cuando florece en un lugar por el que no pasa nadie. No preguntes.
Y ahora concentra toda tu energía y curiosidad y excitación en ver, oír y sonreír hacia adentro, hacia el lugar de tu sosiego por haber podido ver y oír.
El hermano que no tuviste fue excluido de esa maravilla. Y los billones que tampoco han existido.
Y los billones y billones que dieron por terminada la existencia. Sé agradecido y muéstrate contento.
Y calla.
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